Moscú, Tokio, Nairobi, Río, Berlín… Desde hace unos años y gracias a una exitosa serie de televisión, estas ciudades han dejado de ser las capitales que todos estudiábamos en el colegio para convertirse en una conocida banda de ladrones, cuyo gran golpe audiovisual es conocido por todo el mundo. Entraron en las mismísimas tripas de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre para imprimir sus propios billetes de euros y convertirse así en los millonarios más buscados del planeta.
A lo largo de la trama de “La Casa de Papel” se dejan ver algunas escenas y secuencias donde se describen, aunque sea en segundo o tercer plano, el trabajo de impresión del papel moneda en pleno siglo XXI, totalmente informatizado y con una precisión en la calidad y seguridad del billete que roza lo quirúrgico.
Desde que la antigua Grecia se comenzara a acuñar moneda y un poco más tarde China comenzara a usar el antecedente más próximo a nuestros billetes, el proceso de fabricación del dinero ha evolucionado mucho y no son tantos los documentos gráficos que conservamos sobre este trabajo tan decisivo en la historia del hombre.
Una de las mejores escenas sobre la acuñación de monedas en la Edad Media la encontramos en la piedra de la iglesia de Santiago de Carrión de los Condes (h. 1170), una joya del Románico palentino en el corazón del Camino de Santiago. En su arquivolta principal, junto a otros oficios tan variopintos como una contorsionista, aparecen distintos trabajos relacionados con la acuñación de monedas.
En un mundo con tal saturación audiovisual como el actual no es fácil abstraer la posibilidad de un mundo sin apenas imágenes. Pero es entonces cuando el arte Románico, a través de su escultura y su pintura, reivindica todo su valor no sólo artístico sino también documental de una época donde los vecinos, la mayoría analfabetos, de un pequeño pueblo como Carrión de los Condes quedarían fascinados por el colorido y expresividad de las imágenes representadas en sus iglesias. El Románico era la Biblia en piedra, pero también el Netflix de la época.
La entrada principal se realiza a través de un arco de medio punto, sobre el que se alza un magnífico friso presidido por un Patocrator rodeado por el tetramorfo. A ambos lados se sitúa el apostolado, incluido a Judas con la bolsa de las 30 monedas. Es, sin embargo, la arquivolta del arco lo más interesante del conjunto escultórico, donde aparecen distintos monederos desarrollando su trabajo.
Así, entre otros oficios medievales, podemos ver: a un posible pañista o vendedor de metales, a un aplanador de rieles, a un personaje con una vasija con asas, un cortador de metales, varios acuñadores, un redondeador de cospeles, un blanqueador de las monedas, un soplador de la fragua y un escribano. Es decir, los oficios no aparecen de manera secuencial, pero si describen los distintos pasos de la acuñación a martillo.
Lo más curioso de este conjunto escultórico es que, muy cerca, a penas a 50 kilómetros, en la localidad de Arenillas de San Pelayo, su iglesia también posee un bello repertorio, aunque peor conservado, de monederos en su fachada y vuelven a aparecer el soplador, el acuñador, el recortador, el blanqueador…
Los monederos eran personajes adinerados, que no pagaban impuestos y dependían jurídicamente sólo del rey. Además, durante unos años, Palencia acuñó monedas y que incluso, Doña Urraca facilitó el 50% del beneficio de las acuñaciones para sufragar la catedral palentina. No es extraño pensar, por tanto, que fueran estos funcionarios privilegiados quienes ayudaran a pagar los gastos de construcción de ambas iglesias y quisieran, de este modo, dejar para la posteridad su imagen en las portadas. Y vaya si lo consiguieron, pues casi 1.000 después, seguimos admirando la calidad y belleza de estas iglesias medievales. ¿Las series actuales se seguirán viendo dentro de 1.000 años?