El papel moneda, hoy ampliamente utilizado y aceptado en todo el mundo, puede servir para reflejar innumerables particularidades de los países que lo emiten: patrimonio artístico y cultural, personajes históricos, acontecimientos importantes de su pasado, sus instituciones más relevantes… En ocasiones puede incluso servir para honrar tanto sus contribuciones científicas, artísticas o literarias o simplemente para destacar la diversidad de su medio ambiente. Sea cual sea el diseño escogido, las monedas y billetes suelen encontrar elementos que de alguna forma cohesionan a la nación, puesto que la mayoría de sus habitantes pueden sentirse identificados con ellos.
Retrato de Ne Win (1911 – 2002), autócrata birmano durante casi tres décadas
Las denominaciones del papel moneda son una cuestión aparte. Entre otras cosas, pueden ser indicativas de la prosperidad y estabilidad económica de los países emisores: como norma general, a menos cambios de denominación, mayor solidez de su economía. Aun así, estos cambios pueden tener lugar en determinados momentos sin mayores sobresaltos. Uno de los más comunes es el provocado por la inflación, que obliga a las autoridades a emitir denominaciones cada vez mayores (y que se convierte en un problema cuando torna en hiperinflación). Otro cambio, menos común en nuestros días pero de sobra conocido es el de la decimalización de la moneda, un proceso por el que prácticamente todos los países han pasado en algún momento y que obliga a los particulares a tener los múltiplos de 10 como referente monetario en lugar de los de 5 o 12. La decimalización ha podido tener mayor o menor aceptación en su momento, no obstante, y dadas sus innegables ventajas, no es probable que ningún país pueda plantearse si quiera como hipótesis una vuelta a un sistema monetario pre-decimal.
Todo lo expuesto hasta ahora vendría a ser válido en el plano teórico, pero puede venirse fácilmente abajo con la irrupción de un régimen autoritario. Este tipo de regímenes no siguen tanto los patrones convencionales o los que dicta el sentido común en lo económico sino que pueden variar dependiendo de los designios del dictador de turno. El caso de Birmania en los años 80, país que es hoy de nuevo protagonista de la actualidad internacional por sus conflictos internos crónicos, es un caso paradigmático en este sentido. Para hacernos una idea, no tenemos más que imaginarnos la siguiente situación: nos levantamos una mañana cualquiera, ponemos las noticias y nos enteramos de que a partir de ese día los billetes de 5, 10, 20 y 50 euros van a ser sustituidos por otros de 15, 35, 45 y 90 euros. ¿La razón? Se trata de los números favoritos del presidente de la Comisión Europea.
Billete de 15 kyat de 1986 con el retrato del general Aung San
Algo que puede parecer una broma surgida de una comedia disparatada tipo “Sopa de Ganso” o “Bananas” no lo fue para la población birmana hace 35 años. Birmania, en la actualidad Myanmar, no tuvo un proceso de independencia sencillo tras la Segunda Guerra Mundial. A las muy dispares tendencias políticas existentes, unidas solo por su deseo común de lograr la liberación del yugo británico o japonés, hay que sumar su variopinta mezcla étnica y religiosa, elementos que a la larga podían convertir al país en un polvorín. Uno de sus líderes más emblemáticos, Aung San (padre de la futura activista por la democracia y hasta fechas recientes Ministra de Relaciones Exteriores Aung San Suu Kyi) fue asesinado en 1947 tras negociar el tratado de independencia con Gran Bretaña, que se hizo efectiva el 4 de enero de 1948. U Nu, líder que junto con Aung San fundó el AFPFL (Antifascist People’s Freedom League), la organización política más relevante en el proceso de independencia de Birmania, se hizo cargo del país como primer ministro.
Desde el comienzo de su mandato U Nu encontró serios problemas para estabilizar el país, teniendo que hacer frente a todo tipo de enfrentamientos y revueltas. En un contexto como este, aquel que consiguiera controlar el ejército tenía todas las de convertirse en el hombre fuerte de Birmania. Shu Maung, militar cuyo prestigio durante la lucha anticolonial le valió el apodo de Ne Win (“brillante como el sol”) accedió a la jefatura de las fuerzas armadas en 1949. Años más tarde, una crisis en el partido gobernante le brindó la posibilidad de acceder al cargo de primer ministro de forma provisional en 1958. En 1960 convocó unas elecciones en las que U Nu resultó claro vencedor, lo que le permitió volver a gobernar el país, aunque por poco tiempo: dos años después Ne Win tomaría el poder por la fuerza y esta vez de forma permanente.
Si bien Ne Win pudo disfrutar de cierto prestigio durante su primer breve periodo como primer ministro al garantizar una cierta estabilidad y el funcionamiento de los servicios públicos, su etapa como dictador solo pudo caracterizarse como nefasta. Ne Win encarnó el paradigma de autócrata excéntrico, caprichoso e incompetente, pero no por ello menos cruel. Su “vía birmana hacia el socialismo” consistió en una caótica política de nacionalizaciones de los sectores económicos más relevantes (comercio, industria, banca y minería), y en la apuesta por la autarquía en la práctica, adornada de una retórica xenófoba propia del nacionalismo post-colonial y un consiguiente recelo hacia cualquier inversión exterior. En unos pocos años la economía birmana, una de las más prometedoras tras la II Guerra Mundial, fue literalmente destrozada, con la población civil como la principal afectada. Pese a todo, pocas medidas pudieron afectarle de forma tan directa como la monetaria, como a continuación se detalla.
Billete de 75 kyat de 1985, de nuevo con el general Aung San
El carácter despótico y excéntrico de Ne Win tenía un componente místico y esotérico que condicionaba sus decisiones, siendo habitual que siguiera los consejos de adivinos y numerólogos. En 1985, con el fin de conmemorar su 75 cumpleaños, ordenó emitir nuevos billetes de 75 kyat, seguidos de unas aún más excéntricas denominaciones de 15 y 35 kyat. Conviene puntualizar que esta medida no supuso una modificación del sistema monetario birmano, decimal desde 1952 con el kyat equivalente a 100 pya. Si bien puede entenderse (es un decir) el billete de 15 como “divisor” del de 75, no se ha podido encontrar una explicación clara con respecto al billete de 35 kyat.
Los antiguos billetes de 50 y 100 kyat serían desmonetizados, disponiendo la población birmana de un periodo de gracia para cambiarlos. Pero no iba a servir de mucho. Satisfecho sin duda por llevar a la práctica una ocurrencia de esta envergadura, en 1987 Ne Win decidió, de nuevo gracias a la sugerencia de sus numerólogos, homenajear el número 9 como símbolo de buena suerte. Dicho y hecho, retiró de la circulación de forma repentina los billetes recién estrenados y los sustituyó por las nuevas denominaciones de 90 y 45, números divisibles entre 9 y cuya suma de cifras por separado resulta también en 9. De la noche a la mañana, el 75 % del dinero en circulación del país quedaba sin valor, con la consiguiente ruina para los particulares, a los que esta vez no se les posibilitó cambiar sus antiguos billetes por los nuevos.
Medidas tan arbitrarias e impopulares como éstas no hicieron sino aumentar el descontento entre una población cansada de penalidades. 1988 fue un año clave en Birmania, ya que presenció la caída definitiva de Ne Win tras la multiplicación de protestas por todo el país y la toma del poder del general Saw Maung tras un nuevo golpe militar. Ne Win mantuvo durante los últimos años de su vida un perfil bajo, aunque no pudo evitar pasar unos cuantos bajo arresto domiciliario tras recibir acusaciones de conspirar contra la junta militar que seguía controlando el país. Un país que fue progresivamente cambiando en muchos sentidos, (incluyendo su nombre, que pasó a ser Myanmar a partir de 1989) pero que no ha logrado encontrar la ansiada estabilidad política y económica, como demuestra todo lo ocurrido desde enero de 2021.
El billete de 90 kyat de 1987, esta vez con el retrato del líder anticolonialista Saya San
Los billetes de hoy, además de presentar para los coleccionistas unas denominaciones únicas a un precio muy económico, tienen la peculiaridad de ser los últimos emitidos bajo el nombre oficial de Birmania. Ne Win, por su parte, falleció recluido en su residencia en 2002, a los 91 años de edad, seguramente satisfecho (y afortunado según sus numerólogos) de haber llegado a su novena década de vida, algo con lo que millones de birmanos solo podían soñar tras padecer sus incontables atrocidades.
Referencias:
Asia Contemporánea, Historia Universal Siglo XXI vol. 33 compilado por Lucien Bianco, s. XXI de España editores 1984
https://www.telegraph.co.uk/news/obituaries/1415295/General-Ne-Win.html
https://blogdebanderas.com/2014/09/07/8-curiosidades-en-los-billetes-alrededor-del-mundo/
https://en.wikipedia.org/wiki/Ne_Win
https://en.wikipedia.org/wiki/Burmese_kyat
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José Ramón Vicente Echagüe es el creador del Blog: https://curiosidadesnumismaticas.blogspot.com/