No hay niño que se precie en el mundo hispano que en algún momento de su vida no haya merecido de sus abuelos la comparación, por supuesto nunca exagerada, de “mi nieto vale un Potosí”. Ese rincón del nuevo mundo que los españoles fundaron a casi 4.000 metros sobre el nivel del mar y que durante los siglos XVI y XVII se situó la mina de plata más grande del mundo. A la sombra del Cerro Rico (en quechua: Sumaj Orcko), la localidad de Potosí llegó a ser la capital del mundo gracias a un metal que no parecía tener fin y que sostuvo a un Imperio en el que no se ponía el sol.
Con más de 200.000 habitantes, Potosí es hoy la octava ciudad más grande de Bolivia. Sin embargo, durante el reinado de los Austrias, tenía la misma población que Londres y más habitantes que Sevilla, Madrid, Roma o París. La globalización comenzó en este rincón hoy casi olvidado de Bolivia. En 1758, el pintor barroco Gaspar Miguel de Berrío (Potosí, 1706-1762) realizó esta bonita ‘Descripción del Cerro Rico e Imperial Villa de Potosí’, en la que, a vista de pájaro, describe minuciosamente cómo se distribuían los usos urbanos en la que podíamos calificar como una de las primeras ciudades industriales de la modernidad.
Detalle del cuadro con los depósitos de aguas
Por ejemplo, De Berrío, a modo de fotógrafo de la época, deja testimonio de las distintas presas que se construyeron en las colinas cercanas a la ciudad para que el agua sirviera de combustible a todos los ingenios utilizados para la extracción y procesamiento de la plata. Afinando la vista, se pueden ver, también, a los trabajadores, los animales de carga, el patio donde se pagan los salarios, distintos comercios e, incluso, una virgen en procesión.
En la parte no industrial de la ciudad, en torno a las plazas de mercado, se distribuyen los distintos barrios de la ciudad, desde los edificios mejor construidos de las clases altas, a los barrios periféricos con hogares más humildes y de una sola planta. Eso sí, en todo el trazado urbanístico se ve el diseño regular de la mayoría de ciudades hispanoamericanas. Finamente, con un trazado no planificado se puede ver los asentamientos de los mineros indios y sus familias que eran obligados a emigrar a la ciudad para trabajar en la mina. Eso sí, cuando De Berrío realiza esta pintura, Potosí ya está en franco declive. No en vano, pasó de tener más de 160.00 habitantes a apenas 8.000 a finales del siglo XVIII.
Casa de la Moneda de Potosí, Bolivia
Hoy, Potosí, primera ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad de Bolivia en 1987, está lejos del esplendor de otros tiempos. Pero entre sus calles aún rezuman destellos de su pasado. Por ejemplo, uno de los edificios más bellos y que mejor explica la personalidad histórica de la ciudad es la Casa de la Moneda de Potosí. Un edificio colonial construido entre 1759 y 1773 y que exhibe, a modo de museo, toda la maquinaria que se usaba para transformar la plata en monedas. Este edificio que hoy se conserva tuvo uno anterior que se levantó en 1572, pero que se quedó pequeño ante el avance de la Monarquía Hispana y su demanda creciente de plata.
Cuentan que esa mina casi infinita fue descubierta de manera casual por Diego Huallpa, un pastor quechua de llamas. Perdido en medio de la noche, encendió una hoguera al pie del Cerro Rico, y cuando despertó vio que entre las ascuas brillaban hilillos de plata fundidos por el calor de las llamas.
Detalle del cuadro pintado en 1758 por Gaspar Miguel de Berrío
El 1 de abril de 1545, un grupo de españoles encabezados por el capitán Juan de Villarroel tomaron posesión del Cerro Rico, tras confirmar el hallazgo del pastor, e inmediatamente establecieron un poblado. La mina, hoy, está prácticamente agotada, pero en su momento de máxima gloria llamó la atención de todo el mundo conocido y su historia siempre será recordada mientras haya una abuela que recuerde que su “nieto vale un Potosí”.
“Descripción del Cerro Rico e Imperial Villa de Potosí”, 1758. Gaspar Miguel de Berrío. Óleo sobre lienzo del Museo Colonial de Charcas. Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca. Sucre, Bolivia.