Nacido en Valencia el 15 de noviembre de 1901 y fallecido en Barcelona en 1998, Felipe Mateu y Llopis es, sin lugar a dudas, uno de los referentes indefectibles de la Ciencia Numismática española del siglo XX. Dedicado en cuerpo y alma al estudio de nuestra ciencia durante toda su larga vida profesional, el día 4 de noviembre de 1936, durante la Guerra Civil y en su puesto de conservador del Gabinete Numismático del Museo Arqueológico Nacional frustró en parte, con riesgo de su propia vida, el posiblemente mayor expolio del Patrimonio Cultural español en general y del Numismático en particular de la historia.
Licenciado en Historia con sobresaliente y premio extraordinario en 1923 en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valencia, se trasladó a realizar su doctorado a Madrid entre los años 1924 y 1929, siendo discípulo de los ilustres arqueólogos Manuel Gómez-Moreno y Elías Tormo. Su Tesis Doctoral, “Ensayo sobre una Casa Real de Moneda de uno de los Estados de la Corona de Aragón: la Ceca de Valencia y las acuñaciones valencianas de los siglos XIII al XVIII”, fue calificada con un sobresaliente cum laude.
Felipe Mateu y Llopis
De vuelta en su Valencia natal, fue asiduo del Archivo del Reino de Valencia, se codeó con los más destacados historiadores valencianos de la época, y se relacionó con ambientes valencianistas. Fue el primer director de la revista “Acció Valenciana”, escribió varios artículos en esta lengua y fue uno de los signatarios en 1932 de las conocidas como Normes de Castelló, en las que se fijaban las bases para la unificación de la ortografía del valenciano.
En el año 1930 se produjo su ingreso como facultativo en el Cuerpo de Archivos, Bibliotecas y Museos, comenzando su andadura profesional en la sección numismática del Museo Arqueológico Nacional (MAN), siendo nombrado posteriormente director del Museo Arqueológico y de la Biblioteca Provincial de Tarragona. De vuelta en el MAN desde 1931, le sorprendió en Madrid el estallido de la Guerra Civil, en el cargo de conservador de su Gabinete Numismático. Este Gabinete era heredero del numario creado por Felipe V en 1711, y constaba por estas fechas de 160.000 monedas y 15.000 medallas.
Wenceslao Roces junto a obras expoliadas de arte religioso
Antonio Rodríguez-Moñino
La orden de requisa
El día 2 de noviembre de 1936 desde el Ministerio de Hacienda se tomó la decisión de requisar el oro de las colecciones numismáticas del Museo Arqueológico Nacional. Los encargados de realizar esta requisa fueron el subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes y miembro del Partido Comunista, Wenceslao Roces, que nunca asumió la responsabilidad de tan graves hechos, y Antonio Rodríguez-Moñino, posteriormente vicepresidente de la Hispanic Society of America y Académico de Número de la Real Academia Española.
Esta medida fue consecuencia de la creación por Juan Negrín de la conocida como Caja de Reparaciones, cuyo objeto era la requisa de bienes para su transformación en dinero para la compra de armas, a las órdenes de Francisco Méndez Aspe. Ese mismo otoño, se expidieron a Moscú 7.800 cajas de lingotes de oro, 510 toneladas, que representaban el 72,6% de las reservas en este metal expoliadas del Banco de España.
Dobla de la cabeza de Pedro I
El resultado de estas requisas fue embarcado años después en un yate de recreo adquirido el 1 de agosto de 1938, rebautizado como “Vita”, que trasladó estos tesoros a México. Gracias a un pacto con el presidente Lázaro Cárdenas, Indalecio Prieto se quedó con el tesoro que se descargó en Tampico. Cárdenas permitió a Prieto desmontar y fundir las joyas para venderlas al Banco de México. Entre 1939 y 1941 se transformó el patrimonio histórico español por valor de once millones de pesos mexicanos, y parte de las obras de arte se vendieron en los Estados Unidos de América. Entre afinación de metales preciosos e impuestos, la Hacienda mexicana se quedó con un tercio del líquido recibido
Entre los tesoros expoliados y posteriormente trasladados a México en el buque “Vita” se encontraron materiales de la capilla del Palacio Real de Madrid, depósitos de la Generalitat de Catalunya, los tesoros de las catedrales de Toledo y Madrid, el contenido de casi cinco mil cajas de alquiler, un millar de depósitos y treinta sobres con joyas del Monte de Piedad de Madrid requisadas en 1938 y 2.798 monedas de oro, 15,847 kilos de noble metal de inestimable valor histórico, procedentes del MAN.
El expolio del MAN
Desde que comenzó la guerra, Felipe Mateu y Llopis comenzó a retirar de las vitrinas del MAN para su protección las principales piezas de su numerario, de forma muy discreta, y desde septiembre comenzó a guardarla en las arcas de caudales medievales que se encontraban en la planta baja del edificio.
Los componentes del Museo Arqueológico Nacional posaron juntos por última vez en 1936, antes del expolio
El desarrollo de los acontecimientos está perfectamente documentado, dado que se conservan y se han estudiado los informes presentados por Antonio Rodríguez-Moñino sobre esta requisa y el posteriormente redactado minuciosamente por el propio Mateu y Llopis el 16 de mayo de 1939.
El día 4 de noviembre por la tarde Mateu recibió una llamada de Rodríguez-Moñino, que se personó con Roces en el museo a las ocho de la tarde. No habiendo luz eléctrica, toda la iluminación era la de las linternas de dos guardias que les acompañaban. A su requerimiento de abrir el monetario, y según el propio testimonio de Moñino, Mateu le respondió que no encontraba las llaves, con lo que Roces propuso descerrajar la cámara. Impaciente, Roces se fue, no sin ordenar taxativamente que se requisase todo el oro, sin excepción.
100 pesetas Madrid 1870
Tras solicitar Mateu para ganar tiempo del director del museo, Francisco Álvarez-Ossorio, la orden por escrito para poder entregar la colección, que le fue enviada con una criada, y cenar con Moñino, comenzó a recoger las onzas de ocho escudos de los Borbones de menor rareza, proponiendo hacer una ficha detallada de cada una de ellas. Se negaron a ello, y le contestaron que la entrega debía realizarse esa misma noche. Mientras revisaba las piezas con toda la lentitud que podía, Mateu escondía las más valiosas entre las grietas, en los cajones y en cualquier lugar que podía.
Asimismo, y debido a la escasa iluminación y a la miopía de Moñino, le convenció de que algunas de las monedas áureas eran realmente de plata. Posteriormente dirigió al grupo a la zona de bronces romanos, para ganar tiempo, aunque subsiguientemente estaban las emisiones de oro de Roma, Bizancio y visigodas. En un momento de la noche, un miliciano apoyó su pistola contra la sien de Mateu, exigiéndole que se diera más prisa.
Igualmente, los funcionarios comenzaron a esconder las piezas más importantes por las dependencias del edificio, con grave riesgo para sus personas. Algunos de ellos, como la conservadora Felipa Niño, ocultó entre sus ropas varias piezas. Los representantes del gobierno, al darse cuenta de esta situación, instalaron dos focos en la entrada del museo y obligaron a los funcionarios a volcar las monedas sin ningún orden en los gorros de los milicianos, metiéndolas luego sin ningún tipo de inventario en dos cajones.
Tesoro de los Quimbayas
De madrugada volvió Roces con una pistola al cinto, retirándose aparte para hablar con Moñino. Cuando volvió, le comentó a Mateu lo que le había insinuado Roces que se hacía con los funcionarios obstruccionistas y poco discretos. Al día siguiente se requisaron el tesoro de Quimbayas, otros objetos de oro y máscaras, la moneda extranjera y las medallas.
Al terminar la jornada, Mateu solicitó redactar un acta de entrega, en la que constaba hasta el nombre de los guardias y una descripción detallada de las circunstancias. Al verla, Roces la agarró violentamente y la rompió, levantando un lacónico informe con el número de monedas y su peso, que se introdujeron en cajas y se sellaron con lacre del MAN.
Entre las piezas que puso a buen recaudo en esta época se encuentran algunos de los tesoros numismáticos que todavía podemos disfrutar en esta egregia institución, como la dobla de Pedro I, las amonedaciones de oro de los Reyes Católicos o el Medallón de Augusto. Las monedas salieron ese mismo día para Valencia, depositándose en la Torre de Serranos.
Medallón de Augusto
En opinión de Martín Almagro Gorbea, exdirector del MAN, Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid y Académico de Número de la Real Academia de la Historia, el expolio perpetrado el día 4 de noviembre de 1936, hace ahora 85 años, ha sido el mayor robo cometido contra el patrimonio de la historia de España.
La carrera de Felipe Mateu y Llopis
Durante la guerra y en el bando republicano ocupó diversos cargos en Madrid y Valencia, entre ellos el de vocal de la Junta de Tesoro Artístico. En este puesto, consiguió in extremis evitar la destrucción de varios archivos catedralicios, como los de Toledo, Segorbe y su ciudad natal, así como de otros archivos valencianos, como el personal de Josep Sanchis Sivera, el canónigo e historiador que fue director del Centro de Cultura Valenciana desde 1927 hasta su muerte en 1937.
Al terminar la guerra, y tras sufrir un proceso de depuración, ingresó nuevamente en el MAN, para posteriormente ser nombrado director de la Biblioteca Central de Barcelona, donde igualmente salvó por omisión de las órdenes recibidas buena parte de sus fondos catalanes. En cuanto a su vida universitaria, fue nombrado Catedrático de Paleografía y Diplomática de la Universidad de Oviedo en 1943, trasladándose posteriormente a la de Valencia y finalmente a Barcelona.
Centén segoviano de 1633
Socio de la Asociación Numismática Española, recibió el Primer Premio Javier Conde Garriga de la misma en 1958 y numerosos reconocimientos, siendo nombrado su Presidente de Honor, cargo que ostentó entre 1984 y 1988. Autor de una inmensa, profunda y fecunda producción numismática entre los años 1926 y 1998, hay muchas razones para recordarle como un magnífico maestro y una admirable persona.
Para saber más:
ALMAGRO GORBEA, M., “El expolio de las monedas de oro del Museo Arqueológico Nacional en la Segunda República española”, Boletín de la Real Academia de la Historia, Tomo 205, Cuaderno 1, 2008, pp. 7-72.
GARCÍA ALONSO, F., y MUNILLA CABRILLANA, G., El Tesoro del Vita: La protección y el expolio del Patrimonio Histórico-Arqueológico durante la Guerra Civil, Universidad de Barcelona, 2014.