La Royal Canadian Mint ha acuñado una moneda de oro de 200 dólares canadienses de valor nominal que celebra el hecho de que hace 100 años cuatro investigadores lograron un avance médico canadiense que cambió el mundo para siempre. En 1921, la colaboración de Frederick Banting, Charles Best , James Collip y John Macleod condujo al aislamiento y la purificación de la insulina y ofreció un tratamiento que salvó la vida de personas cuyas vidas antes se hubieran visto truncadas por la diabetes.
El 3 de mayo de 1922, un artículo de ensayo clínico, escrito por un grupo de investigadores médicos de la Universidad de Toronto, Canadá, recibió una ovación por parte del mundo científico. Los hallazgos presentados en el documento marcaron un descubrimiento que cambió la vida de millones de pacientes. Su descubrimiento: la insulina.
Este año marca el centenario de ese avance médico que ha tenido un impacto global. Hoy, y todos los días, celebramos el descubrimiento de la insulina como tratamiento para la diabetes.
Diseñado por el artista canadiense Jesse Koreck, el reverso de la moneda acuñada por la Royal Canadian Mint (Real Casa de la Moneda de Canadá, Ceca de Ottawa) tiene una fecha doble “1921 2021” para conmemorar el centenario de la innovación médica canadiense. El descubrimiento de la insulina está representado por una hoja de arce y, sobre ella, símbolos tradicionales de un laboratorio e instrumentos científicos: un frasco de insulina temprana, un matraz Erlenmeyer, un mortero y una mano. La insulina se representa tanto en el torrente sanguíneo como en forma monomérica. En la parte superior el nombre del país emisor “CANADA” (Canadá).
Los instrumentos de laboratorio que aparecen en el reverso representan las “herramientas del oficio” de los cuatro investigadores detrás del descubrimiento y aplicación de la insulina para uso humano. Frederick Banting desarrolló la teoría de que se podía extraer una sustancia pancreática como posible tratamiento para la diabetes y dirigió la investigación; John Macleod proporcionó un laboratorio y equipo en la Universidad de Toronto y asignó a Charles Best como asistente de laboratorio; y el bioquímico Charles Collip purificaron extractos de insulina para su uso como tratamiento eficaz para la diabetes.
La moneda presentada ha sido acuñada en oro de 9999 milésimas, con peso de 31,16 g, diámetro de 30 mm, canto estriado, calidad prueba y 450 ejemplares de tirada.
El anverso presenta la efigie de la reina Isabel II, retrato realizado por Susanna Blunt, rodeado por las leyendas “ELIZABETH II” (Isabel II), “D.G.REGINA” (Reina por la Gracia de Dios” y el valor nominal “200 DOLLARS” (200 Dólares canadienses).
“La nueva moneda conmemorativa de los 100 aniversario de la insulina es un recordatorio visual del avance científico que tuvo lugar aquí en Canadá“, dijo Laura Syron, presidente y CEO de Diabetes Canadá. “Aunque la insulina trajo un cambio milagroso en la esperanza de vida y la calidad de vida de millones de personas en todo el mundo, no es una cura. Junto con el apoyo de los canadienses y los investigadores de Canadá, continuaremos el legado de Frederick Banting, Charles Best , James Collip y John Macleod y acabar con la diabetes“.
Insulina para dominar la diabetes
El descubrimiento de la insulina en un laboratorio de la Universidad de Toronto sigue siendo uno de los avances más importantes de la medicina moderna y supuso un gran impulso para la investigación médica en Canadá.
Más de 463 millones de personas en todo el mundo viven actualmente con diabetes, incluidos 11,5 millones de canadienses que actualmente viven con diabetes o prediabetes. Antes del descubrimiento de la insulina, la diabetes mellitus había sido mortal; hoy en día, se pueden lograr mejores resultados de salud y una esperanza de vida mucho más prolongada mediante tratamientos como la insulina.
Frederick Banting era un joven cirujano ortopédico que había participado como oficial médico de la Marina Real Canadiense en la Primera Guerra Mundial. Al poco de regresar de la guerra, abandona la práctica clínica y comienza a colaborar con el Departamento de Fisiología de la Universidad de Ontario, su ciudad natal. Durante esta época, Banting se interesa por la secreción de los diferentes jugos liberados por el páncreas. En aquel tiempo ya se sabía que la liberación de estos jugos podía estar relacionada con la aparición de la diabetes, según las conclusiones de trabajos previos desarrollados con perros. Estos experimentos demostraban que los perros a los que se extirpaba el páncreas acababan desarrollando diabetes. Banting presupuso que, si conseguía extraer alguna de estas sustancias, podría obtener la clave para combatir la diabetes.
Ante la imposibilidad de llevar a cabo estos experimentos en la Universidad de Ontario, Banting contacta con el profesor John J. R. Macleod, de la Universidad de Toronto. Macleod, si bien no se siente especialmente entusiasmado por la idea de Banting, le facilita el acceso a las instalaciones donde puede realizar los experimentos, aunque limita el tiempo a dos meses, en los que él estará fuera por vacaciones. Además, le proporciona diez perros de experimentación y un ayudante, Charles Best, que también pasará a la historia como codescubridor de la insulina. Tras intensas semanas de trabajo, y agotando el tiempo del que disponían para usar el laboratorio, Banting comprueba que en uno de los perros a los que se había ligado un conducto secretor del páncreas la glándula se ha reducido a la mitad. Este descubrimiento fue clave, ya que permitía evitar la acción de las enzimas digestivas, que eran responsables del fracaso de experimentos similares llevados a cabo por otros investigadores.
Una vez extirpado el páncreas, y tras filtrarlo, Banting y Best consiguen extraer una secreción del mismo. Sin saberlo, habían conseguido por primera vez aislar la insulina. Tras infundir esa sustancia a la perrita a la que se había extraído el páncreas, de nombre Marjorie, Banting y Best comprueban que el animal no solo no desarrolla síntomas de diabetes, sino que inicia una mejoría evidente.
A la vuelta de su viaje de vacaciones, Macleod queda realmente impresionado por los hallazgos y presenta los resultados en una conferencia en la Universidad de Toronto el 14 de noviembre de 1921 (fecha que coincide con el cumpleaños de Banting y en la que hoy celebramos el Día Mundial de la Diabetes). Tras meses trabajando en la mejora de los métodos de extracción de insulina, los investigadores se encuentran con otro problema: la inyección de la sustancia -ya conocida como insulina- en animales genera importantes problemas de toxicidad y alergia. En este momento, MacLeod decide contactar con su colega James Collip, un bioquímico con mucha experiencia en el proceso de purificación. Su contribución a la purificación del extracto para que pudiera ser usado en las personas con diabetes sin provocar los efectos indeseados fue decisiva y brillante.
La insulina en personas
El 11 de enero de 1922, Leonard Thompson, de 14 años, es la primera persona que recibe una dosis de insulina. No obstante, aunque la glucosa desciende, surgen problemas asociados a impurezas del injerto. Una segunda dosis purificada, doce días después, resulta todo un éxito. El tratamiento continúa con dos dosis diarias y el milagro se produce. Leonard Thompson vivió 14 años más. Murió en 1935 a causa de una neumonía complicada con cetoacidosis.
La trascendencia de un descubrimiento de este calibre significó el Premio Nobel para Frederick Banting y John MacLeod. Ante la injustificada ausencia en la nominación de este galardón del resto del equipo investigador, Banting decidió compartir con Charles Best la mitad de su Premio Nobel y MacLeod hizo lo propio con James Collip. Más tarde, la patente de la insulina, propiedad de Banting, MacLeod y Collip, será vendida a la Universidad de Toronto por la cantidad simbólica de un dólar.
La insulina es utilizada por primera vez en Europa de la mano del doctor Rossend Carrasco i Formiguera que, en 1922, tras haber establecido contacto con MacLeod para interesarse por la técnica de extracción y purificación de insulina, decide utilizarla en Barcelona y comienza a administrar las primeras dosis a sus pacientes, adelantándose al resto de la comunidad científica europea.
Sea como fuere, el descubrimiento de la insulina, con todas sus luces y sombras, supuso un logro que permitió sobrevivir a las personas con diabetes y que constituye a día de hoy uno de los grandes hitos de la ciencia.