Acaba de llegar a Jerusalén a lomos de una humilde borriquilla. De un tiempo a esta parte por toda Galilea sólo se habla del hijo del carpintero. Ha obrado milagros, curado enfermos y expulsado demonios. Le sigue un puñado de discípulos que ven en él a un nuevo Mesías y en su palabra se anuncia un nuevo Reino que nadie sabe situar… No tardará en morir de la manera más ignominiosa posible en el Imperio Romano. Tres días más tarde se convertirá en Dios.
Pocos relatos han tenido tanta repercusión histórica y artística como la Pasión de Cristo. Cada capítulo de los últimos días de Jesús se ha repetido en cuadros y esculturas, y algunos de los más grandes artistas han buceado en el Evangelio de forma casi obsesiva. Como fue el caso, por ejemplo, de El Greco (1541-1614), que realizó hasta siete versiones distintas de la Expulsión de los Mercaderes del templo, una de las escenas más enigmáticas de la vida de Jesús. En esta ocasión nos detenemos en el lienzo que cuelga en el Instituto de Artes de Minneapolis, la segunda de las versiones que realizó el cretense.
Este tema es uno de los más interesantes dentro del repertorio iconográfico de El Greco puesto que mantuvo el mismo esquema general en las siete ocasiones en que lo repitió. Por ello, es muy valioso para estudiar la evolución de su estilo artístico a lo largo de toda su vida. Las dos versiones de la etapa italiana permiten apreciar una enorme evolución en menos de una década. Después de unos veinte años el tema reaparecerá, ya en España, con una composición más sencilla y clara, y eliminando todos los elementos anecdóticos que se encontraban en las anteriores.
Según relatan los Evangelios, aproximándose la fiesta de la Pascua, Jesús se dirigió con sus discípulos a Jerusalén. Todo judío era obligado a participar de esa fiesta en el Templo de la Ciudad Santa. El edificio contaba con tres patios, uno para los sacerdotes, y los dos restantes, como hemos comentado, para los hombres y las mujeres. En medio de estos espacios, se encontraba el Patio de los Gentiles.
Al entrar en el Patio de los Gentiles, el Divino Maestro observó cómo un gran número de personas vendían aves, animales y cambistas de monedas, que cambiaban las monedas griegas y romanas por siclos acuñados en Tiro(las únicas que podían usarse en las ceremonias del Templo). Por ello, fabricó un látigo de cuerdas para expulsar a todos del Templo, junto a los animales. Además, esparció las monedas y derrumbó las mesas de los cambistas: “No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de comercio”, afirmó.
Es justo en este momento donde El Greco para el tiempo para realizar una de las obras más expresivas de su repertorio, con Jesús en el centro de la imagen y en torno a la cual se sitúan distintos personajes semidesnudos que se agitan ante el látigo del Mesías. A la derecha de la obra, se ven, cerca de un Angelote, las monedas tiradas por el suelo.
Llama la atención, en la parte inferior derecha, los bustos de cuatro imágenes claramente identificadas: Tiziano, Miguel Ángel, Giulio Glovio y Rafael Sanzio, aunque algunos autores también ven a Correggio, Del Piombo o, incluso, un autorretrato. Es un pequeño homenaje de El Greco, a los autores que más influyeron en su formación.
Tras purificar el templo, Jesús demuestra que lo anunciado se empieza cumplir. Los jefes del pueblo comienzan a tramar su muerte… Una historia que más de 2.000 años después, gran parte del Planeta sigue recordando.
“La expulsión de los mercaderes del templo”, Doménikos Theotokópoulos El Greco, Hacia 1570. Óleo sobre lienzo, 116,84 x 149,86 cm. Instituto de Arte de Minneapolis (EEUU)