Encontrar un tesoro enterrado puede ser un sueño hecho realidad o una pesadilla, en función del país en el que se encuentre el autor del hallazgo. Si es un ciudadano británico, tiene muchas posibilidades de beneficiarse económicamente de su suerte, ya que la ley británica es de las más avanzadas del mundo en este sentido. En cambio, si el hallazgo se produce en territorio francés, los problemas se suceden.
Como explica Richard Giedroyc en un interesante post del blog Numismatic News, el sistema británico se está mostrando como uno de los más efectivos: cuando una persona encuentra un tesoro en el que hay monedas acuñadas en metales preciosos, está obligado a comunicarlo a las autoridades. Sin embargo, el autor del hallazgo tiene muchas posibilidades de beneficiarse económicamente del tesoro, recibiendo parte de su precio de venta, o incluso quedarse con el mismo.
El hecho de que se avise inmediatamente a las autoridades permite a los arqueólogos intervenir en el lugar donde se ha encontrado, para estudiar su contexto.
Esta situación es muy diferente en otros países. Según Giedroyc, puede no ser tan positivo reportar el hallazgo a las autoridades. Por ejemplo, si se usa un detector de metales en Francia, la cuestión se complica.
Según el artículo L542-1 del Código del Patrimonio, quienes quieran utilizar un detector de metales para buscar objetos que puedan tener interés histórico, artístico o arqueológico, deben obtener un permiso previo en la prefectura local.
Este artículo contiene una ambigüedad, ya que, en teoría, buscar un supuesto tesoro por medio de un detector de metales debería ser una actividad de ocio esporádica, más que una actividad destinada a la localización de objetos de interés histórico.
Por este motivo, es poco frecuente que quienes usan detectores de metales en Francia soliciten este permiso previo en la prefectura, ya que solo se suele otorgar a quienes trabajan con arqueólogos profesionales.
Por tanto, lo más habitual es que quienes encuentran tesoros enterrados en Francia no lo declaren a las autoridades, ya que no han obtenido el permiso previo de ellas para ejercer esa actividad.
Además, si se declara este ‘trésor’ encontrado de forma inesperada en la propiedad de otra persona, lo normal es que, al igual que se contempla en la ley británica, éste se reparta a partes iguales entre quien lo encontró y el propietario del terreno.
Pues no: en Francia, si se encuentra un tesoro por medio de un detector de metales, la Ley determina que el hallazgo fue inesperado y, por tanto, el tesoro pertenece al propietario del terreno donde se halló.
La situación se complica aún más debido a la existencia de amplias zonas en las que las prefecturas o ayuntamientos prohíben utilizar estos detectores, ya que son lugares de interés arqueológico o existen peligros como posibles bombas de la Segunda Guerra Mundial sin explotar.
Estas limitaciones provocan que algún buscador con pocos escrúpulos haga uso de la picaresca. Según explican desde Numismatic News, el pasado 16 de diciembre agentes del servicio de aduanas francés detuvieron a un ciudadano francés residente en Bélgica y se incautaron de un tesoro de valor incalculable, formado por 27.400 objetos arqueológicos, entre los que se encontraban 14.154 monedas romanas.
El detenido declaró que había encontrado la mitad de esos objetos en una huerta que había adquirido recientemente. La Policía francesa le ha acusado de actuar en su propio interés y de tratar de obtener beneficio económico del hallazgo.
Los arqueólogos que examinaron el tesoro explicaron que es imposible hallar en el mismo lugar un dodecadracma griego, monedas y brazaletes romanos, broches y torques de las Edades del Hierro y del Bronce, junto a estatuas y otros objetos de la Edad Media y del Renacimiento.
La investigación ha podido determinar que las monedas proceden del saqueo de varios lugares en Francia, especialmente en la región del Gran Este (cuya capital es Estrasburgo).
Desde el Ministerio de Finanzas, su titular, Bruno Le Maire, declaró que esta intervención “es un mensaje muy claro para quienes nos privan de nuestra herencia común y borran capítulos enteros de nuestra historia, por el beneficio económico de unos pocos”.
Además de la actuación policial, quizá convendría encarar una reforma de la ley francesa de hallazgos para que, bien encaminada, los buscadores de tesoros se conviertan en colaboradores de las autoridades en vez de huir de ellas.
De hecho, en el Reino Unido está en marcha una reforma de la actual ley para ampliar su aplicación a artefactos que no estén hechos de metales preciosos.