Muchos años antes de que Darwin nos emparentase con los monos y el resto de seres vivos, la imaginación del hombre ya jugaba a convertir en personas a los animales o rebajar el alma humana a la categoría animal. Al margen del panteón del antiguo Egipto, donde los dioses configuraban un auténtico zoológico, pasados los siglos aún disfrutamos de las Fábulas griegas y, algo más tarde, de un divertimento pictórico que tomó el nombre de singerie (en francés, «monería»), todo un género artístico donde monos y demás animales eran los protagonistas de los cuadros asumiendo actitudes humanas.
Esta extraña y divertida manera de afrontar el lienzo en blanco se puso de moda, sobre todo, durante el Barraco europeo. Muchos artistas, entonces, hicieron desfilar por sus pinceles a monos, gatos, y demás bichos, fumando, bebiendo, apostando… Es el caso de nuestros Monos jugando a las cartas, de Abraham Teniers (Amberes, 1629-1670, hijo de David Teniers I y hermano de David Teniers II, quienes también se dejaron ver por este género). Un perturbador cuadro en el que sus simiescos protagonistas juegan, apuestas, beben y fuman…
Ya han sido varias las paradas que desde este rincón hemos hecho en el Barroco. Las suficientes como para saber que en esa época de contrastes, el género de la ‘monería’ no sólo era un juego para el artista, sino también una manera de criticar al hombre y sus ambiciones más humanas, valga la redundancia. Muchos creadores vieron en la evidente similitud entre hombres y monos la oportunidad para identificar al macaco con los instintos más bajos y primarios del hombre. Todos estos lienzos, como en el que nos detenemos de Teniers, son juegos burlones contra la gula, la avaricia, la lujuria, la vanidad…
En esta obra de Teniers dos monos elegantemente tocados se juegan a las cartas unas monedas que aparecen en primer plano. Mientras, otro compañero sirve lo que parece vino de una tinaja. Al fondo, y con la mirada perdida, un último simio fuma ensimismado. Todo un recurso cómico, que fue utilizado ya desde la Antigüedad y que sería retomado de vez en cuando por artistas futuros (recordemos a de Coolidge y sus famosos perros jugando al póquer). Francisco de Goya también realizó un «mono pintor» en Ni más ni menos, su Capricho número 41
Todo el catálogo de obras que conforman el género de la singerie, quizás, no estén en los distintos manuales de la Historia del Arte, pero aún mantienen fresca esa intención de burla y risa, y nos recuerdan, que a pesar de todo, no estamos muy lejos de nuestros primos los monos… Cosa que parece certificar la realidad del día a día
“Monos jugando a cartas”, 1665, Abraham Teniers. Colección particular.