Desde hace cinco días las calles de Cuba se han transformado radicalmente: del bullicio lisonjero de las manifestaciones gubernamentales para honrar a los dirigentes del Gobierno, es decir, del Partido Comunista Cubano PCC, se ha pasado a concentraciones de protesta en La Habana y otras grandes poblaciones del interior. Ahora los gritos son unánimes: “Libertad”, “Abajo la dictadura” y “Patria y Vida”. Un numismático de allí ha logrado contactar con Crónica Numismática y transmitirnos brevemente por mail la situación: “hay desesperación y rabia, pero también miedo a las detenciones, palizas y chivatazos del vecino”.
Pertenece a la Asociación de Numismáticos de Cuba ANC, y burlando el férreo control de la intervención estatal de los instrumentos de comunicación y difusión de la isla caribeña, nuestro amigo numismático al que llamaremos Juan (por motivos lógicos quedará en el anonimato), logró ayer (más de las 2 de la noche hora cubana) “cruzar las líneas” y remitirnos un mensaje.
“Hay desesperación y rabia, pero también miedo a las detenciones, palizas y chivatazos del vecino. Hay más de 180 desaparecidos de los que no se sabe su paradero. La policía y el ejército no hablan, sólo castigan a palo limpio. Han detenido a más de veinte periodistas nacionales y extranjeros, entre ellos a la corresponsal del periódico español ABC. También a numerosos disidentes como cantantes, actores, profesores y miembros de la Iglesia Católica”.
El mensaje final es aterrador “Por favor, ayúdennos. Usted dirige un prestigioso medio de comunicación y es respetado en los ámbitos numismáticos internacionales, le escucharán. Nos une la vieja amistad y la numismática”.
Ese es el mensaje de mi viejo amigo cubano Juan, remitido a través de terceras personas que ayer lograron romper el bloqueo, una vez que las autoridades castristas volvieron a dar luz a los barrios y dejar abierta alguna puerta en Internet, que vuelve a funcionar lenta y vigiladamente.
Conocí a Juan, en mi visita a La Habana, a principios de 1994, siendo yo director de la revista en papel Crónica Numismática. Fueron nueve días inolvidables y apasionantes al conocer de cerca la cruda realidad del “idílico paraíso” que visitaban las decenas de turistas españoles que iban en mi avión a la busca de “nuevas sensaciones”. Y las encontraron, vaya si las encontraron: en la playa de Varadero, en el Malecón, en los hoteles… Me los fui encontrando por las calles, a ellos y ellas, acompañados y acompañadas, con unas sonrisas de oreja a oreja que parecían las del antiguo anuncio de Netol.
Visité centros oficiales como el Museo Numismático, dependiente del Banco Central; la Casa de la Moneda, con su artesanal labor de colorear monedas una a una; el Centro Cultural Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo, donde me sometieron a una “tortura” histórica sobre las maldades de los españoles durante los siglos de presencia en la isla; o la misma Asociación de Numismáticos de Cuba, ahora presidida por el licenciado en economía Lorenzo Hernández Fuentes, con algo más de 1.100 socios en todo el país. Allí conocí a Juan.
Tuvo la amabilidad de invitarme a su casa, si es que conseguía sacar tiempo de la apretada agenda de visitas “oficiales”. Saqué ese tiempo y no lo olvidaré jamás.
En taxi llegué a un viejo edificio, algo destartalado, como todo en La Habana. Al pisar la acera lo primero que me llamó la atención fue la cantidad de vecinos que había ante el portal, con sus sillas o sentados en el suelo. Fui la atracción del día. Cuando inicié mi acceso al edificio un vecino un tanto mal encarado, curtido en mil guerras revolucionarias africanas, me espetó: “¿A dónde vas compañero?”. Le indiqué el nombre de Juan y el piso, me miró de arriba abajo y soltó un “¡Uhmmm!” que no me gustó nada.
Luego Juan me contaría que era el jefe político de la comunidad de vecinos “y de la cuadra entera” (de la manzana de casas), el encargado de vigilar la moral revolucionaria de los inquilinos.
Ya en su casa mi sorpresa comenzó cuando saludé a la familia al completo, habían venido hasta unos primos de otro barrio, que estaban sentados frente al televisor viendo ¡una Zarzuela española!, la “Canción del olvido”, la de la famosa canción “Soldado de Nápoles”. Las que rodó y emitió TVE en los años 70 del siglo XX.
El despacho de Juan lo tenía en la azotea, que compartía con un palomar y un gallinero, algo muy típico en los hogares cubanos, necesitados de ciertos alimentos casi imposibles de conseguir.
Allí me enseñó su modesta colección de monedas que guardaba en un armarito forrado por dentro de plástico y papel de aluminio (a saber de dónde lo sacó), para proteger sus piezas de la humedad y del calor. Sus tesoros numismáticos consistían en monedas española, incluso un duro del pelón Alfonso XIII de 1892, cubanas evidentemente y, sobre todo, de la Unión Soviética, Alemania Oriental y antiguos países de la Europa Oriental. Un álbum contenía maravillosos billetes del Banco Español de la Isla de Cuba muy bien conservados. Ya entonces le comenté, “si alguna vez necesitas dinero, aquí tienes un buen seguro. En España te pagaría mucho por ellos”.
Amigo Juan, veo las imágenes en televisión y me estremezco al pensar que os pueda pasar algo malo a ti y a tu familia. Me abriste la puerta de tu casa, compartimos lo mejor de tu cocina en una humilde cena y, sobre todo, me ofreciste amistad.
Como sé cuáles son tus ideales, no precisamente lisonjeros con el aparato del estado, con la dictadura, sólo te ruego una cosa: por favor, grita bajito ¡Libertad!, no te vaya a escuchar el guardián del Comité de Defensa de la Revolución.
Hago tuyo el grito de ¡Patria y Vida! que difundiré desde Crónica a todos los numismáticos de bien. A todos los numismáticos que viven en libertad.