La economía del Imperio Romano gozaba de una gran prosperidad en el momento en que fueron acuñadas diversas monedas de oro, según un estudio científico sobre la composición del metal precioso que contenían realizado por investigadores británicos con acceso a las tecnologías más modernas.
El estudio, financiado por UK Research and Innovation (UKRI, un organismo público de fomento de la investigación) y llevado a cabo por investigadores de las universidades de Oxford y Warwick, ha analizado monedas de oro acuñadas durante el reinado de tres emperadores diferentes y ha permitido comprobar la prosperidad de la economía del Imperio durante esos periodos.
Los investigadores analizaron tres monedas de oro acuñadas por tres emperadores romanos: Tiberio (principios del siglo I d. C.), Adriano (mediados del siglo II d. C.) y Juliano II (mediados del siglo IV d. C.).
El objetivo era analizar la composición del oro del que estaban acuñadas las monedas, por medios no agresivos, en las instalaciones del ISIS Neutron and Muon Source, un centro de investigación pionero en el Reino Unido que cuenta con una fuente de neutrones y muones pulsados.
Los investigadores de las universidades de Oxford y Warwick buscaban indicios de que el oro hubiera sido aleado con otros metales o que las piezas hubieran recibido un baño de oro de pureza superior a la del metal del interior, que eran fórmulas habituales de adulterar las monedas de oro.
Con ello podrían obtener conclusiones sobre la sociedad en el momento de la acuñación, incluyendo el nivel de estabilidad económica.
Las monedas fueron sometidas a un espectroscopio de emisiones de rayos X muónicos, un procedimiento de análisis no destructivo que consiste en disparar muones (unas partículas elementales de carga negativa, al igual que los electrones, pero superiores a éstos en tamaño).
Los átomos de la materia que compone la moneda capturan los muones, lo que permite obtener mediante rayos X una huella que es diferente y característica de cada uno de los metales.
Según el responsable de esta investigación, el doctor George Green, de la Universidad de Oxford, los resultados de los análisis de la superficie de estas monedas habían revelado que el oro era de gran pureza.
Sin embargo, estos análisis solo alcanzaban a las fracciones de milímetro más superficiales, por lo que era posible que el interior de las mismas fuera de oro de menor pureza o, incluso, aleado con otros metales más baratos.
De hecho, se sabía que los romanos ‘enriquecían’ la superficie de sus monedas de plata con metal precioso de gran pureza, para ocultar el hecho de que en su interior había una importante cantidad de cobre. Así que no era descartable que sucediera lo mismo con las monedas de oro.

Los experimentos llevados a cabo en las instalaciones del ISIS permitieron a los científicos analizar la materia del centro de las monedas sin dañarlas y revelaron que la gran pureza del metal que se observaba en la superficie se repetía también en el interior.
La primera conclusión que se extrae de ello es la riqueza económica del Imperio Romano, además del hecho de que este análisis permite confiar en que la composición superficial de las monedas de estos periodos es representativa del interior de las mismas.
El uso de esta nueva técnica abre un amplio abanico de posibilidades a los investigadores, que a partir de ahora serán capaces de analizar la composición de objetos históricos sin necesidad de extraer muestras o dañarlos.
Además, el análisis espectroscópico por medio de emisiones de rayos X muónicos permite analizar las piezas sin necesidad siquiera de limpiarlas, lo que reducirá la carga de trabajo de las instituciones depositarias de las piezas y minimizará las posibilidades de dañarlas durante la limpieza.
En concreto, este método de análisis resulta especialmente útil en el caso de objetos que estén cubiertos por una capa de barro o tierra, como las piezas que se recuperan de los naufragios o las que han permanecido enterradas durante siglos.
Según el doctor Adrian Hillier, la técnica tiene un enorme potencial en el ámbito del patrimonio cultural, al ser un método no destructivo que permite analizar la composición interna de los objetos arqueológicos.
Además, resulta muy adecuado para analizar objetos depositados en museos, ya que no requiere de una preparación previa ni deja rastros radioactivos.
Entre sus posibles aplicaciones estaría la determinación de la profundidad de la capa de corrosión de un objeto, la identificación de cambios químicos causados por el proceso de fabricación o la revelación de posibles falsificaciones, todo ello sin producir daño alguno a las piezas.