El óbolo era una moneda de la Grecia Antigua, equivalente a la sexta parte del dracma, que durante más de dos mil años fue la moneda anterior al euro en Grecia. Óbolos puede verse en el Museo Numismático de Atenas. Museos arqueológicos y numismáticos de medio mundo, así como en colecciones privadas. Cuenta la leyenda que estas monedas se colocaban en la boca o en las cuencas de los ojos de los muertos, pero la mitología griega narra incursiones de varios héroes que pagaron al barquero Caronte para que les transportara aún con vida.
Caronte era el barquero del inframundo, el reino de los muertos. Él tenía un garfio por mano, como cierto personaje de los cuentos infantiles líder de un barco.
La tradición de “pagar” a lo desconocido tras la muerte viene de Grecia y Roma, pero también era común en Oriente Próximo. El óbolo se usaba como viático, un incentivo para ayudar en el viaje al reino de los muertos y esta forma de pago a veces era llamada danake, literalmente, “monedita”, moneda de plata persa, cuyo valor era superior al óbolo griego.
Óbolo con Medusa de la región del Mar Negro, empleado usualmente como óbolo de Caronte
Héroes griegos que usaron el óbolo
Para entender qué personajes de la mitología griega pudieron usar el óbolo y cruzar el inframundo estando aún con vida, habría que resumir brevemente cómo estaba organizado el reino de los muertos.
Según Virgilio en el canto VI de “La Eneida”, tras sobrepasar el bosque de Perséfone, a la izquierda se observaba el río Flegetonte que ardía. En frente estaba el pantano que custodiaba Caronte. A él llegaban los ríos Aqueronte y Cocito de negra corriente, pero también la laguna Estigia. También se veían los ríos Lete y Erídano. En el fin del pantano de Caronte, al otro lado esperaba el can Cerbero.
Detrás del Cerbero se hallaban los prados Asfódelos. Se observaba un camino que llevaba al palacio de Hades, pero antes de llegar la ruta se bifurcaba. A la derecha se iba a los campos Elíseos y a la izquierda al Tártaro.
Óbolo de Ática, Atenas
El río Flegetonte iba hasta el Tártaro, lo que le hacía ser un lugar más siniestro. Allí estaban encerrados seres muy peligrosos como muchos de los titanes. Antes de llegar a los campos Elíseos se podía ver el palacio de Hades.
Muchas de las leyendas mitológicas hablan de varios personajes que se adentraron en el inframundo y salieron vivos para contarlo. Por tanto, varios héroes debieron interactuar con Caronte.
Como es el caso de Dioniso, quién viajó hasta el inframundo para rescatar a su fallecida madre. Después, ambos se convirtieron en dioses al ascender al Olimpo. Así lo cuenta Pausanias, en el libro II de su obra “Descripción de Grecia”, narrando la katábasis o descenso al inframundo. El escritor relata que el dios tuvo que enfrentarse al Cerbero para salvar a su madre y para llegar a él tuvo que pagar a Caronte.
El músico Orfeo, hijo de Apolo, debió usar un óbolo para llegar hasta Eurídice, su amada que había muerto y estaba en el reino de Hades. Orfeo le pidió al señor del inframundo poder volver a la tierra con ella. Para poder hacer esa petición, el músico tuvo que llegar hasta el dios y por tanto cruzar el pantano gracias a Caronte. Esta historia es narrada por Ovidio en el libro X de “La metamorfosis”.
“Caronte y Psique” (1883), una interpretación del mito realizada por John Roddam Spencer Stanhope
Psiqué era una hermosa mortal que no era del agrado de Afrodita. La diosa ordenó que Psiqué realizara varias pruebas, entre ellas recoger agua del río Estigia y robar parte de la belleza de Perséfone, diosa del inframundo. Para llegar a la deidad debió pagar a Caronte. El nombre de Psiqué se asocia siempre con Eros, también conocido como Cupido. La historia de amor de ambos la cuenta Apuleyo en “El asno de oro”.
Teseo y Piritoo eran dos buenos amigos que decidieron raptar a dos bellas princesas a la altura de su linaje. Primero capturaron a Helena de Esparta (y después de Troya) y más tarde viajaron al inframundo para llevarse a Perséfone. Hasta allí partió Teseo como rey afamado de Atenas tras derrotar al minotauro, y Piritoo. Ambos consiguieron sentarse en un banquete organizado por Hades y para llegar a él tuvieron que cruzar el pantano custodiado por Caronte. El señor del Inframundo les tendió una trampa y quedaron pegados a sus sillas cuatro años según Séneca en su obra “Fedra”.
Por suerte, poco después llegó Heracles (también llamado Hércules) dispuesto a capturar al can Cerbero por orden de un rey. Era una de las pruebas que debía cumplir el héroe, retos como los que también tuvo Psiqué ordenados por Afrodita. En el viaje del semidiós, tuvo que cruzar el pantano gracias a Caronte para llevarse al can, pero también rescató a Teseo. Menos suerte tuvo Piritoo.
Aquiles pasó su infancia como inmortal en todo su cuerpo menos el talón. Esto se debe a que su madre lo sumergió entero en la laguna Estigia, salvo por el talón por donde le sujetaba. Para llegar a la laguna pagó a Caronte que les llevó hasta allí. Así logró Aquiles ser casi inmortal, según “La Aquileida” escrita por Estacio.
Odiseo (también llamado Ulises) viajó al inframundo mientras intentaba volver a casa y se encontró con el adivino Tiresias y también con el alma de Aquiles. Para llegar hasta el adivino, quizás cruzó el río gracias a Caronte, aunque lo más probable es que lo viera de lejos y no utilizara el óbolo. Seguro que Homero lo imaginó con monedas por si eran necesarias. Según narra este autor en La Odisea, el héroe solo vio a Caronte de lejos, pues su misión en el inframundo se cumplió sin haberse adentrado demasiado en él.
Por último, Eneas, protagonista de “La Eneida” de Virgilio, sí cruzó todo el inframundo para visitar a su padre muerto. Para ello pagó a Caronte, cruzó el pantano y, además, durmió al Cerbero.