A lo largo de la historia las monedas, como objetos de uso cotidiano y símbolos de poder económico, han provocado entre sus usuarios diferentes reacciones. Por extraño que parezca, en algunos casos el rechazo por parte del público de ciertas monedas ha sido tan acusado que éstas han tenido que ser modificadas o directamente suprimidas. En artículos anteriores pudimos comprobar cómo el steel penny de 1943 fue rechazado por su tonalidad y su composición de acero, que provocaba más oxidación que sus antecesores de cobre; o la anécdota de la moneda de 1000 liras de 1997, cuyo peculiar trazado de fronteras en un estilizado mapa de Europa conllevó su rápida corrección. El caso de la pieza que hoy nos ocupa, las 500 liras de plata conocida como “caravelle” (al incluir en su reverso las naves que llevaron a Colón al continente americano en 1492) entra dentro de esta última categoría, pues el descontento se debió también a un error de diseño.
La moneda de 500 liras de 1958 tal y como fue concebida inicialmente (imagen de Imperio Numismático https://www.imperio-numismatico.com/)
Después de superar tiempos realmente difíciles, puede decirse que Italia se encontraba en un gran momento a finales de los años 50 del pasado siglo. Había encontrado su estabilidad política en un régimen de democracia parlamentaria con la hegemonía, eso sí, de la Democracia Cristiana; había iniciado un considerable despegue económico gracias al Plan Marshall y había conseguido acceder como socio fundador a una de las organizaciones internacionales a las que casi todos los países del continente aspirarían a pertenecer: la Comunidad Económica Europea, germen de la futura Unión. En el mundo de la cultura, su música y su cine se convertían en referencias indiscutibles a nivel internacional y en 1960 Roma lograba ser la sede de los Juegos Olímpicos. Tras quedar arrasado durante la II Guerra Mundial y sufrir las consecuencias de formar parte de las llamadas potencias del Eje, el país estaba de enhorabuena.
Un “renacimiento” económico, político y cultural al que se trató de encontrar paralelismos con otro gran momento histórico. En 1957 el Tesoro italiano decidió poner en circulación una emisión de alto valor, concretamente una moneda de 500 liras de plata, que conmemorase una de las etapas más significativas para Italia: el Renacimiento. Generalmente ubicada en los siglos XV-XVI, esta época significó un fuerte impulso a las artes y a las ciencias, así como una ampliación de las fronteras geográficas, pues comenzaron a tener lugar los grandes descubrimientos. La península italiana (no podemos referirnos a Italia, pues quedaban todavía varios siglos para su unificación) fue protagonista activa de este periodo, especialmente en el campo del arte, la exploración (Cristóbal Colón fue, o se cree que fue genovés y Américo Vespucio florentino) y el pensamiento político.
La nueva pieza debía homenajear al Renacimiento por sus dos caras. El anverso, diseñado por el grabador Pietro Giampaoli, muestra el busto de perfil de una mujer ataviada al estilo de la época. El rostro de la mujer en cuestión no era otro que el de Letizia Savonitto, esposa de Giampaoli, que se ofreció como modelo para la ocasión. El reverso, del cual se encargó Guido Veroi, representa las tres carabelas de Cristóbal Colón navegando hacia lo desconocido. Una moneda así, atractiva como pocas, solo debiera llamarnos la atención por su alto valor (ya no era habitual poner monedas de plata en circulación) o por las circunstancias históricas en las que se diseñó, sin embargo causó un gran escándalo cuando fue puesta en circulación. ¿Por qué fue así?
Cuando las primeras monedas comenzaron a circular cundió la incredulidad entre los usuarios, puesto que no entendían cómo era posible que los gallardetes de los mástiles de las carabelas ondearan en sentido contrario a la marcha de las naves, es decir, hacia la izquierda. Veroi se defendió explicando que su diseño respondía a criterios estrictamente históricos, pues Colón manifestó en su diario de a bordo que se había visto obligado a navegar contra el viento. Todo este rigor no sirvió de mucho puesto que tras la puesta en circulación de unos 2.000 ejemplares se decidió “corregir” la posición de los gallardetes para que ondearan hacia la derecha, de forma acorde a las velas de las naves.
Imagen de la versión definitiva del anverso, con los gallardetes de las carabelas ondeando en la dirección correcta
Como suele suceder en estos casos, mientras que la mayor parte de las monedas de 500 liras “corregidas” tienen un coste muy razonable (se emitieron de forma regular nada menos que hasta 2002, año en que la lira fue sustituida por el euro) las originales pueden alcanzar unos precios astronómicos, situados en los miles de euros. Sea como fuere, la moneda de hoy no solo es una pieza de gran contenido histórico y atractivo diseño, sino también un buen ejemplo de la importancia que tiene la aceptación social del dinero por encima de cualquier otra consideración.