Aunque se trata de un objeto muy deseado por coleccionistas, el dinero local nunca va asociado a un buen momento económico. Salvo casos muy contados, como el dinero social que hoy día algunas localidades emiten para favorecer su desarrollo económico, siempre aparece cuando los bancos centrales se muestran incapaces de satisfacer la demanda de circulante, algo que solo ocurre durante las crisis económicas severas, periodos de gran inestabilidad política o social o, peor aún, conflictos bélicos.
El llamado “dinero de guerrilla” de Filipinas, emitido de forma precaria y clandestina durante la II Guerra Mundial, encaja completamente en todos estos supuestos. Filipinas, uno de los últimos vestigios de las posesiones de ultramar españolas, no pudo resistir mucho tiempo al imperialismo japonés de la primera mitad del siglo XX. Japón, un país relativamente pequeño para una población en aumento y necesitada de materias primas para su incipiente industria, encontró en su entorno más inmediato (Asia oriental y Pacífico) el territorio en el que establecer un imperio de ultramar similar al que habían conquistado potencias occidentales como Francia o Gran Bretaña. Diciembre de 1941 marcó un punto de no retorno tras los ataques sobre la base norteamericana de Pearl Harbour. Filipinas, en aquel momento bajo el dominio estadounidense con la forma de estado libre asociado, sucumbió pocos meses después.
Anversos de billetes locales filipinos de 2 y 5 pesos. El de arriba corresponde a la provincia de Negros Occidental y muestra la imagen del presidente en el exilio Manuel Quezon. El de debajo, con el General Douglas MacArthur, es de la provincia de Iloilo
De hecho, daba la impresión de que nada podía detener a las tropas niponas: si el 7 de diciembre de 1941 parte de la flota norteamericana del Pacífico quedaba destruida, el 25 de diciembre tomaban la colonia británica de Hong Kong y el 2 de enero de 1942 caía Manila, la capital filipina. El 15 de febrero Singapur era ocupado y un mes después correrían la misma suerte Rangún en Birmania y diferentes ciudades de las Indias holandesas en la actual Indonesia.
A principios de 1942 el gobierno filipino presidido por Manuel Quezon se refugió en la isla-fortaleza de Corregidor, donde el general Douglas MacArthur, máximo responsable militar aliado en el Pacífico, tenía su cuartel general. Desde aquí el gobierno de la Mancomunidad Filipina, que pronto tendría que ejercer sus funciones en el exilio, autorizó la creación de los comités de moneda local (local currency committees) y la consiguiente impresión de dinero de emergencia que contrarrestara los nuevos pesos que empezaban a introducir los japoneses en todo el territorio, que controlaban desde mayo de 1942. No obstante, los invasores no tardarían en darse cuenta de las dificultades que entrañaba el control efectivo de un archipiélago de más de 7.000 islas.
Anversos de dos emisiones locales de la misma serie de Iloilo de uno y dos pesos (1944)
El dinero japonés de ocupación, apodado por los filipinos como “dinero de Mickey Mouse” por su escasísimo valor (fue puesto en circulación en grandes cantidades y sin ningún tipo de respaldo, lo que resultó en una espiral inflacionaria) fue el único de curso legal en Filipinas durante la Segunda Guerra Mundial, pero los comités de moneda local se encargaron de dar una contestación a esta imposición mediante la emisión de pesos de emergencia en nombre del gobierno legítimo en el exilio. Este dinero, impreso con escasos medios y en muchos casos de forma tosca y precipitada, tuvo dos funciones. La primera era de índole práctica: al comenzar la invasión japonesa, muchos municipios destruyeron o sacaron del país todos los activos que pudieron (en papel moneda o metal) para evitar que cayera en manos de las tropas ocupantes. Esto hacía necesario emitir dinero local redimible tras el final del conflicto con el fin de posibilitar las transacciones económicas cotidianas durante la guerra. Pese a la gran cantidad de “pesos japoneses” puestos en circulación, éste no podía llegar a todos los confines del vasto archipiélago filipino, lo que hacía posible que en muchos lugares el “dinero de guerrilla” filipino escapara al control japonés.
Reverso de billete de 50 centavos de la isla de Bohol, al sur del archipiélago
La segunda era una función claramente propagandística y patriótica, ya que el “dinero de guerrilla” se convirtió en un símbolo de resistencia nacional. Se ha aludido a las condiciones precarias de su fabricación, pero esto es algo lógico si tenemos en cuenta que sus emisores ejercían sus funciones en la clandestinidad y que la sola tenencia de este dinero (no digamos su emisión) estaba fuertemente castigada. Los comités de moneda local se jugaban literalmente la vida en todo el proceso: contratación de dibujantes para los diseños y grabadores para fabricar las placas, adquisición de imprentas y provisión de papel. Sin duda, la búsqueda de papel válido para la fabricación del “dinero de guerrilla” fue uno de los mayores retos a los que estos comités se tuvieron que enfrentar, viéndose obligados en muchos casos a reciclar cualquier tipo de papel que tuvieran a mano.
Dadas las condiciones excepcionales en las que los billetes de guerrilla fueron emitidos, destaca la simplicidad y funcionalidad en los diseños. No puede decirse que exista una gran variedad en cuanto a los formatos utilizados ya que en muchos casos los comités de diferentes localidades echaron mano de los mismos o muy similares, pero sí es posible encontrar la diversidad suficiente para establecer una modalidad de coleccionismo de notafilia per se. En este sentido, existen emisiones muy similares al papel moneda oficial, de gran calidad y con diseños atractivos que pueden incluir retratos, simbología local o paisajística de la zona, hasta simples cupones deteriorados y pobremente mecanografiados.
Billete de 5 centavos de Cagayan en el norte del país, uno de los pocos que contiene imágenes de naturaleza. Puede leerse impreso “payable after the war” (pagadero después de la guerra)
El pobre estado en el que muchos de estos billetes han llegado a nuestros días da fe de que circularon de forma extensa durante el periodo de ocupación (1942-45). Fueron años muy difíciles, en los que la tenaz resistencia de los movimientos guerrilleros filipinos encontró en muchos casos una respuesta brutal de los japoneses, más brutal si cabe cuanto más cerca veían el final de su ocupación. Una resistencia que encontró su premio pocos meses después de la guerra, con la independencia definitiva Filipinas el 4 de julio de 1946, y que puede verse reflejada en unos sencillos billetes locales cuyo simple uso podía suponer una heroicidad.
Para más información:
http://www.guerrilla-money.com/index.php
https://curiosidadesnumismaticas.blogspot.com/2013/02/dinero-de-guerrilla-de-filipinas.html
https://curiosidadesnumismaticas.blogspot.com/2019/07/billetes-con-una-historia-v.html
Asia Contemporánea, Historia Universal Siglo XXI vol. 33 compilado por Lucien Bianco, Siglo XXI de España editores 1984