El origen de la moneda, entendida ésta como pieza metálica ajustada a unos patrones homogéneos de peso y medida, y emitida y validada por una autoridad para facilitar las transacciones económicas dentro de su territorio, está sujeto a todo tipo de debates, aunque hoy por hoy (y salvo hallazgo arqueológico que cambie radicalmente este marco mental) es comúnmente aceptado que se emitió por primera vez en Asia Menor a finales del siglo VII a.C. Lo que difícilmente podrá estar sujeto a controversia es el origen del dinero, entendido como todo bien o activo aceptado como medio de pago, dado que es algo seguramente tan antiguo como la humanidad misma, fruto de la necesidad de realizar intercambios comerciales.
Antes de la creación de la moneda el dinero mercancía era el único del que el ser humano podía disponer para realizar este tipo de intercambios. Caparazones, piedras, telas, cereales, trozos de metal…eran objetos que se caracterizaban por tener un valor intrínseco reconocido por las partes, una mayor o menor durabilidad y ser fáciles de transportar. Este tipo de dinero continuó siendo utilizado en todos aquellos lugares del mundo en los que la moneda no había sido adoptada, en algún caso hasta el mismo siglo XX como las cauríes en el continente africano. A finales de la Edad Media, las cuentas de collar de vidrio venecianas demostraron ser una buena forma de dinero-mercancía, ya que además de los atributos propios de este tipo de dinero poseían una estética ciertamente atractiva para pueblos tan dispares y lejanos geográficamente como los Ashanti en África Occidental o las distintas sociedades precolombinas en el continente americano.
Aunque siempre que hablamos de la industria del vidrio Venecia suele ser lo primero que nos viene a la mente, seguramente fueron los antiguos egipcios los que primero desarrollaron las técnicas necesarias, tanto de fabricación como en cuanto a perfeccionamiento de la estética. Los romanos, por su parte, consiguieron adaptarlas a la producción a gran escala, de tal forma que fuera posible producir grandes cantidades de objetos decorativos de cristal a un coste relativamente bajo. Es aquí, en la Antigüedad, donde puede encontrarse el origen de la técnica millefiori, prácticamente perdida durante todo el Medievo y no recuperada hasta mucho después.
Diferentes tipos de cuentas de collar “millefiori” (Odd and Curious Money, by C. Opitz)
No obstante, el vidrio continuó produciéndose en el continente europeo aunque a menor escala y sobre todo con fines religiosos. La pujanza económica y comercial que experimentó Venecia en la Baja Edad Media favoreció la industria del cristal, cuyos artesanos trabajaron sin descanso para recuperar las técnicas empleadas en la Antigüedad. La isla de Murano se convirtió en el epicentro de la producción de diferentes objetos de vidrio, que no tardaría en expandirse dada la enorme demanda que estos bienes comenzarían a tener dentro y fuera de Europa. Lo que tal vez no podían sospechar estos artesanos, al menos en un principio, eran las repercusiones sociales y económicas que estos objetos iban a tener no solo en Europa, sino en literalmente todos los rincones del mundo, algunos aún desconocidos para ellos.
La técnica “millefiori” (mil flores), denominada así por su llamativo colorido y sus característicos patrones geométricos, fue una de las más populares. Su proceso de elaboración para cuentas de collar u otros objetos requiere de un cierto grado de destreza y mucha paciencia, ya que, para conseguir los diseños geométricos deseados, se deben completar una serie de etapas. Primero, es necesario tener preparado el vidrio fundido de los colores deseados en diferentes envases, uno por color. El primer paso consiste en formar un glóbulo de vidrio fundido de un color determinado en el extremo de una barra de acero de aproximadamente 1,5 m. Una vez se enfría el glóbulo, pasa a sumergirse en los diferentes envases preparados, de tal forma que el glóbulo aumenta de tamaño. Tendríamos así una esfera formada por diferentes capas de colores.
A continuación, esta esfera aún caliente se introduce en un molde para darle la forma geométrica deseada. El molde puede tener formas diferentes, típicamente de estrella o flor. Después el proceso se repite recubriendo la esfera (ahora con la forma geométrica del molde) de nuevo con vidrio fundido, para después introducirla en un molde más grande con el mismo o diferente patrón geométrico. De esta manera se va formando un diseño interior consistente en formas geométricas concéntricas en el glóbulo de cristal, no visible en el exterior, un poco como sucede con los rollos de sushi.
Una vez que se termina de trabajar con los moldes, se procede a estirar el glóbulo todavía caliente hasta formar una barra larga y fina. Por muy fina que resulte, el diseño interior geométrico queda intacto. Cuando esta barra de vidrio se enfría, se procede a cortarla en piezas pequeñas circulares que pasarán a incrustarse en posteriores objetos decorativos también hechos de vidrio como jarrones, pisapapeles o cuentas de collar. En video final podemos hacernos una idea más exacta de todo el proceso.
En el caso de la cuenta millefiori que aparece en la imagen aportada, podemos ver que está formada por un patrón de círculos concéntricos amarillos, rojos y blancos en un fondo azul oscuro. No es sencilla de datar, pero seguramente se fabricó en Venecia durante el siglo XIX (momento en que este tipo de cuentas fue especialmente demandado) y se empleó en lo que es hoy la zona que ocupa Mauritania. Cuando los portugueses comenzaron a explorar las posibilidades comerciales en África y Asia en el siglo XV, no tardaron en darse cuenta del potencial que las cuentas de vidrio podían tener en estas latitudes. En África occidental, por ejemplo, demostraron ser objetos de mucha popularidad dada su escasez en la zona. Los Ashanti, establecidos en el territorio que hoy ocupa Ghana y pueblo comerciante por excelencia, incorporaron las cuentas de cristal como símbolo de estatus y poder. Las cuentas eran intercambiadas por recursos muy demandados en Europa como oro, marfil o aceite de palma, y se usaron con fines comerciales hasta la primera mitad del siglo XX.
Cuentas de collar venecianas de vidrio encontradas en Alaska
(Foto: M.L. Kunz et al. 2021/American Antiquity en www.historia.nationalgeographic.com.es)
No obstante, es muy posible que no fueran los portugueses los primeros en utilizar cuentas de vidrio como objeto de intercambio. Un reciente descubrimiento arqueológico ha revelado el hallazgo en Alaska de unas pequeñas cuentas de vidrio venecianas de color azul fechadas entre 1397 y 1488. Si bien es sabido que este tipo de cuentas fue utilizado por poblaciones americanas de Norteamérica y el Caribe, todas las que se habían encontrado hasta la fecha databan al menos del siglo XVI, después de la llegada de Colón al continente americano. Según la hipótesis más probable, estas cuentas llegaron antes de ese momento, muy probablemente siguiendo la llamada Ruta de la Seda (que tenía en Venecia uno de sus puntos de partida en Europa) a través de Asia Central hasta los confines del extremo oriente cruzando el estrecho de Bering.
Se trata de un hallazgo que nos obliga a replantearnos parte de nuestro conocimiento acerca de las rutas comerciales medievales, ya que es posible que los intercambios a través del estrecho de Bering fueran más fluidos de lo que se pensaba. Pero en cualquier caso confirma a las cuentas de vidrio venecianas como objetos altamente apreciados en todo el mundo, incluso en momentos en que una buena parte del mismo era desconocido para los europeos. Y que el comercio siempre ha sido una de las fuerzas que ha movido a la humanidad a superarse a sí misma.
Odd and Curious Money, descriptions and values, by Charles J Opitz, 2nd Edition 1991
https://www.glassofvenice.com/venetian_beads_history.php
http://www.millefioribeads.org/history-millefiori-beads/
http://www.vam.ac.uk/content/articles/t/trade-beads
Foto portada: https://www.walatberat.com/index.php?main_page=product_info&products_id=117791