En la mayoría de países, los billetes bancarios tienen diversos tamaños, en función de su valor: los de mayor denominación, más grandes; los de menor, más pequeños. Hay excepciones a esta norma, y la más destacada es la de los dólares, cuyo tamaño es igual, sean de 1, 2, 5, 10, 20, 50 ó 100 dólares. Sin embargo, estos billetes cambiaron de tamaño en 1929. Sepamos por qué.
En un interesante post incluido en el blog de PCGS, Joshua McMorrow-Hernandez explica el motivo por el que los billetes estadounidenses se redujeron de tamaño a finales de los años 20.
En efecto, los que circulaban en los Estados Unidos durante las primeras décadas del siglo pasado, eran un 30% más grandes que los actuales. En concreto, medían 7,38 x 3,13 pulgadas (18,74 x 7,95 cm.), pero se redujeron a su tamaño actual de 6,14 x 2,61 pulgadas (15,59 x 6,62 cm).
Como explica McMorrow, estos billetes antiguos de mayor tamaño eran conocidos popularmente como “mantas para caballos” o “mantas para sillas de montar”, unos nombres que se han mantenido entre los coleccionistas de billetes de esa época.
Estos billetes se emitieron desde 1861 hasta 1929, en que se sustituyeron por los del tamaño actual. Según explican en el blog de PCGS, todo se debió a una cuestión de costes: a partir de 1920, la Oficina de Grabado e Impresión (organismo estatal encargado de la impresión de documentos oficiales y billetes) comenzó a aumentar de forma significativa la cantidad de billetes que emitía al año, por lo que aumentaron también los costes de compra del papel especial que se utilizaba.
Un análisis de costes realizado por la oficina determinó que, si se reducía el tamaño de los billetes, se podrían ahorrar millones de dólares en la materia prima.
La última serie de billetes grandes se imprimió en 1923 y fue sustituida a partir del 10 de julio de 1929 por los nuevos billetes, con las dimensiones que conocemos hoy día.
El cambio afectó a los diversos billetes que circulaban por aquellos tiempos en los Estados Unidos: Certificados de Plata, Certificados de Oro, Billetes de los Estados Unidos, Billetes del Banco Nacional, Billetes del Banco de la Reserva Federal y Billetes de la Reserva Federal.
Como en todo cambio que afecta a la moneda de un país, las entidades financieras se anticiparon a ello y lanzaron una campaña educativa destinada a que el público se familiarizara cuanto antes con los nuevos billetes, que reemplazaron a los grandes con rapidez.
El cambio obligó también a los fabricantes de carteras y monederos a modificar las dimensiones de sus productos, para adaptarlos a unos billetes un 30% más pequeños.
La sustitución de los billetes antiguos por los nuevos contó con un factor que contribuyó a acelerarla: la Gran Depresión de 1929. La caída de la Bolsa dejó en la ruina a millones de ciudadanos estadounidenses, que no tuvieron más remedio que echar mano de los billetes que habían guardado en latas de galletas, bajo el colchón o en baúles, y utilizarlos para comprar comida. Ello permitió que la práctica totalidad de las existencias de billetes antiguos se pudieran retirar de la circulación en un corto espacio de tiempo.
Como explican desde el blog, los billetes estadounidenses impresos entre 1861 y 1929 siguen siendo de curso legal y pueden cambiarse hoy en día por su valor nominal. “Sin embargo, es aconsejable que quienes aún tienen estos billetes antiguos los conserven o los vendan a comerciantes especializados en notafilia, ya que tienen un valor mayor para los coleccionistas que su simple valor facial”, advierten.
Un ejemplo: los billetes de un dólar de la última emisión, de 1923, los últimos y más comunes, tienen un valor aproximado de 100 dólares la pieza, aunque no se encuentren en las mejores condiciones. Si además han sido conservados con cuidado y remitidos a la propia PCGS para su certificación y encapsulado (ver imagen de portada), su valor se puede disparar.
En la actualidad, los billetes estadounidenses circulan en las siguientes denominaciones: 1, 2, 5, 10, 20, 50 y 100 dólares, con las imágenes de George Washington, Thomas Jefferson, Abraham Lincoln, Alexander Hamilton, Andrew Jackson, Ulysses S. Grant y Benjamin Franklin, respectivamente.
Hasta el año 1969 había también billetes de denominaciones muchos más altas (500, 1.000, 5.000 y 100.000 dólares), pero el Gobierno estadounidense decidió retirarlos de la circulación, por lo que el billete de 100 dólares sigue siendo el de mayor valor facial que sigue imprimiéndose.