El Reino Unido cuenta con una legislación muy avanzada en materia de hallazgos, que ha permitido incorporar a sus museos un enorme número de piezas de oro y plata halladas por buscadores aficionados con detectores de metales. Sin embargo, se ha detectado un vacío en los que se refiere a objetos de metales como bronce, fundamentales para conocer la historia del país pero que escapan a la clasificación actual de hallazgo y, por tanto, no quedan tan protegidos como aquéllos.
Los últimos datos publicados revelan que el Portable Antiquities Scheme, un programa establecido en 1997 por el Gobierno británico para registrar los pequeños hallazgos de interés arqueológico por parte de los ciudadanos registró 81.602 objetos calificados como tesoros durante 2019.
El aumento interanual de estos hallazgos ha sido de nada menos que el 90%. En su mayoría. Estos tesoros, una vez declarados ante las autoridades y calificados como tales, suelen ser adquiridos por museos, y el importe de la compra se lo reparten entre quien ha encontrado la pieza y el propietario del terreno donde ha aparecido.
Este sistema lleva funcionando durante años y el Museo Británico cuenta con una base de datos en la que figuran más de 1,4 millones de objetos, a la que puede accederse de forma gratuita y que gestiona conjuntamente con el Museo Nacional de Gales.
Como señala la ministra británica de Digitalización y Cultura, Caroline Dinenage, “la búsqueda de tesoros enterrados por parte de aficionados con detectores de metales es cada vez más popular y, gracias a ellos, han salido a la luz muchos objetos antiguos que hoy se exponen en los museos. Sin embargo, es importante que establezcamos planes para proteger estos elementos de nuestra historia y facilitemos que todos sigan el procedimiento establecido para declararlos como tesoros. Una vez que los objetos sean declarados oficialmente tesoros, se convierten en propiedad de la Corona y pueden ser adquiridos por los museos”.
Según Numismatic News, los expertos han detectado algunas lagunas en el funcionamiento del sistema que requieren de una modificación legal para subsanarse. Una de estas lagunas se refiere al material de que están hechos los objetos encontrados. La Ley de Tesoros de 1996 establece que, para ser catalogado como tesoro, el objeto tiene que tener más de 300 años de antigüedad, estar fabricado de oro o plata, o haber sido encontrado formando parte de un conjunto con objetos hechos de estos metales preciosos.
Por ejemplo, según la Ley actual, un broche de bronce con la imagen de un caballo, fechado entre los siglos II y IV d. C. que ha sido donado al Museo The Collection, de Lincoln (Inglaterra) y una figura de cobre encontrada cerca de Chelmsford en 2014, no han sido catalogados como tesoros. Un hallazgo de monedas romano-británicas de bronce tampoco lo sería.
Por estas razones, la ministra ha anunciado que se está trabajando en una reforma de la Ley que define los tesoros, para adaptarla a este tipo de hallazgos.
“Muchos de los hallazgos arqueológicos más importantes van a quedar protegidos con los nuevos planes de redefinir lo que es un tesoro. Se trata de uno de los mayores cambios en la Ley de Tesoros desde que entró en vigor hace 25 años”, señaló una comunicación del Ministerio de Digitalización y Cultura del pasado mes de diciembre.
En opinión de la ministra, “esta visión histórica de tesoro, que se extiende desde el periodo medieval, no incluye la totalidad de los hallazgos importantes comunicados al PAS durante el siglo XXI. La creciente popularidad de los detectores de metales desde la entrada en vigor de la Ley en 1996 ha sacado a la luz a un número cada vez mayor de hallazgos de la época romana que no cumplen los criterios legales, porque en su mayor parte son de bronce y no de metales preciosos. Algunos objetos de gran importancia para el país se han perdido para el público o corren el riesgo de ser vendidos a coleccionistas particulares”.
De momento, la proposición de modificar la Ley ha sido bien acogida y se espera que se apruebe en unos meses.